lunes, 23 de diciembre de 2024

Deseo y abstinencia.


Psic. David Andrés Erguy.

El hombre y la mujer tienen tantos enemigos, que uno se cuestiona seriamente si vale la pena vivir, el deseo es uno de ellos. El deseo es polímorfo (siempre quiere algo distinto), se asemeja a la pata de mono o al canto de sirena donde la concreción del deseo se cumple de forma contraproducente, el deseo no es concretarlo, es anticiparse: "si tuviera eso me sentiría feliz". Presenta un dilema concretar y no concretar el deseo, puesto que ambas alternativas conlleva a la destrucción. Se trata de matar el deseo, pero seguir deseando, Entre el cultivo y la cosecha se encuentra el tiempo, cuando la persona tiene intolerancia a la frustración se propone objetivos poco realistas como sembrar y cosechar a la vez, el deseo tiene mucho de ansiedad y de vivir apurado. La vida es la velocidad que la persona le imprime para llegar a destino, se puede llegar a 80 km o a 180 km, depende de la urgencia con que se desea llegar a destino. 
La trampa del deseo es que funciona como un vampiro que prueba sangre por primera vez, pide más y más; y no se detiene. Las consecuencias negativas del deseo no son inmediatas, lo que tiene en común la obesidad, la adicción y la inflación es que las consecuencias negativas del deseo tardan en verse entre 12 y 18 meses, el deseo se esconde detrás de los permitidos. Los permitidos son excepciones para concretar el deseo: "quiero un poquito más", "agarro esto porque me lo merezco". El deseo se instala en formato de tentación, tolerar la tentación implica sentir mucha duda y culpa, esto aumenta la inseguridad y la desconfianza. La zona desagradable, es el tramo que media entre el deseo y el objetivo. El deseo es satisfacción inmediata sin pasar por obstáculos necesarios para crecer, es un pacto con el diablo, le da lo que quiere la persona a cambio de quitarle tiempo de vida, esto aumenta la angustia y el vacío emocional.

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